El ritmo en un teclado es el pulso vital que nos persuade: seguí narrando. Seguí con tu pulso. Hay tanto para contar. ¿Por qué será que decimos contar cuando narramos?. ¿Somos contadores de anécdotas? Cuando no hay nada para contar es una contabilidad muerta. O el nombre es inadecuado. No pasa nada pero se piensa mucho. O se siente mucho. El borde corporal es un órgano lleno de parásitos que viven a emoción. Si tejo o bordo es para construir una textura que me defienda de semejante aluvión tan vital y mortífero.
Lo veía llegar cargado con las bolsas del supermercado para llenar la heladera. Rápidamente, desenfundar el cuchillo de cortar carne para hacer un estofado, con zanahorias y cebolla de verdeo. Un toque de malbec y mucho malbec en las copas. Mirábamos el cambio de estación desde el ventanal y soñábamos con envejecer juntos. Yo dije que sí a todo pero dudando sobre lo de envejecer. No quiero estar para eso. Después comíamos vorazmente como si hubiéramos salido de caza y teníamos que acumular esa carne en los músculos para poder hacer frente a un invierno crudo a la intemperie. Malbec nos ponía contentos. Yo veía todo más hipermétrope . Había algo de distorsión en el futuro también. Las ollas quedaban sucias para el otro día. Las hornallas pedían un poco descanso. La mesa vestida con un mantel que ni ella reconocía en su memoria de mesa. La noche se hacia de día. Eran columnas de luz heridas por el fósforo de la petroquímica. Me ponía la placa de bruxismo y me ocultaba en un edredón inver...
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