Al principio fue el Verbo y se hicieron
las letras y las letras soportaron sonidos
que ligados a situaciones dieron sentidos
el árbol sagrado o el animal imprescindible
utensilios adecuados a la palma de la mano
que plegaba sus dedos con inteligencia
te nombré cuando te pusieron al alcance de mi boca
para limpiarte de mi placenta
y te calmaste la congoja del frío original
y el escozor de la vida seca.
cuantas horas sentadas en el banco de la plaza,
montada en la hamaca o tratando de trepar,
para cada objeto un nombre a pronunciar
y los hechos sucedieron
sin fin
hasta ahora
en que te separás y medís distancia
con el largo de tus brazos
sabiendo que estaré por acá
qué es el tiempo si no aquello que sedimenta
en hechos que reaparecen acelerando
el flujo sanguíneo
o la demolición rítmica de las semillas,
el cambio de texturas y tonicidad de un lado al
otro de lo que creemos un espejo.
(Busco mirar con ojo benevolente
ése chiste ilógico
de los umbrales a partir de los cuales
se dirimen -viejas- luchas sin entrenamiento)
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