habíamos acuñado el nombre
para una novela larga. La pensamos
como un gran archipiélago..
La lluvia caía como una cortina y velaba
la danza de los ojos cuando el mundo
caía para adentro. Una lengua de fuego
o temporal arrebataba el sentido de las
simples cosas y una taza de café ya no lo era.
Algo se hacía presente y arrebataba el sentido de las simples cosas.
Luego surgió una manera breve de contar los acontecimientos.
Póngale música a su catástrofe diaria. Todo es mejor, si amargo,
con azúcar de buena calidad. Así el amor.
y se amaron los unos a los otros. Y la música fue la ofrenda
diaria al dios caníbal del sentido de las simples cosas.
La inundación borró los canales del archipiélago.
Una mezcla barrosa de tierra firme que ya no lo fue.
No quedó nada.
Ni las simples cosas ni su sentido.
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