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P d N


El piso  expresaba mi inestabilidad como si fuera una gran cinta de Moebius. Y en cualquier bucle me lo podía encontrar y con él mis sentimientos desconcertados. A esa edad el sentimiento iba más allá y más adentro de lo soportable. La realidad era un espejo roto en miles de fragmentos. La cuestión era elegir el fragmento adecuado  para capturar un poco  de uno y  montarse en un caballo sutil que se mueva como si no pasara nada. Pienso en la palabra sentimientos: sentir mientos. Sentir  con intensidad y construir mentiras para soportarlo. Y  por lo tanto creer que se siente esto o aquello por esas mentiras que han sido construidas ad hoc. La gran mentira es que esa fuerza tiene que estar destinada a alguien. De eso se han ocupado las viejas narraciones que nos llegan como mensajeras de la historia. Hay que amar para estar completa, pareciera. Hay que tener un hijo para estar completa, luego. Según como se han vivido esas mentiras uno podrá reír o no, al final del camino


La nariz era recta y descendía elegante hacia la línea de sus labios carnosos como un durazno en verano y los dientes bastante parejos para una  época en que no se invertía tanto en estética y simetrías futuras. No es un recuerdo sino intuición porque  nunca lo miré detenidamente de frente. Solo esas tres noches que nos encontramos después de los fastidiosos boliches a los que íbamos en manada con hombreras, revocadas al aceite como puertas y con toda la incomodidad posible. Lo mejor era volver y sacarse los zapatos en la gramilla de la casa triple 6. Todos dormían y dependía del viento  el olor del aire, salado o con jazmín del país. Los grillos, las torcazas, los benteveos, mezclados en el aire. Las masas de agua siempre haciendo de buffer. Si en ese momento hubiera  tenido que representar el paraíso era el mar. La laguna a quince kilómetros no representaba gran cosa. Una vez soñé que el arroyo que atravesábamos a la entrada se había convertido en un océano mediterráneo. De color celeste ilustración podía ver los cuerpos de peces dorados robustos como celacantos. En el sueño había corrido el mar o había creado otra masa de agua personal.   Después de sueños así el paisaje real me sabía deslucido, como verse en un espejo empañado. En esa época leíamos Platón asi que pensé en el engaño de la caverna.
Algo parecido ocurrió cuando lo miré de frente. No me pareció la gran cosa  elegante como cuando se iba. Se movía demasiado como si tuviera un tic en el ojo derecho. Y también tartamudeaba o pronunciaba mal no sé si la ese.  Pero algo me hizo pensar que era mi propia distorsión la que generaba esos errores de impresión

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