El recuerdo de los viajes
en el Cascarudo es color amarillo. El amarillo lo atribuyo a la potencia del sol del mediodía del
campo que atravesábamos para llegar al mar. Antes pasábamos por la laguna. Se trataba de agua de lluvia atrapada en una cantera natural con vida independiente del mar que estaba a escasos 15 km. Esas contingencias del agua en el paisaje me extrañaban y despertaban curiosidad.
En el patio de la casa
tripe 6 había dos árboles: uno gigante donde anidaban las torcazas y el otro
una acacia que sacaron para poder poner los autos de la familia que eran
bastantes para tan poco patio. Compartíamos el patio con dos casas mas- La porción
más grande era la del vecino de la derecha. Mi abuelo había construido un fogón
que ocupaba gran parte del predio. Eso
fue una fiesta de entusiasmo para todos ya que nos permitió reunirnos a lo
que más le gustaba a esta familia, comer humeantes asados al asador.
Todavía me acuerdo de la mirada color caramelo de miel de verdad de mi abuelo, recorriendo las paredes descascaradas e imaginando un futuro que por imperfecto no lo contuvo entre nosotros mucho tiempo más.Los ojos de
una persona son fáciles de recordar para mí. Porque en verdad han sido pocas las miradas que me han despertado del sopor de la convivencia. ¿Han
mirado a fondo la mirada de una vaca? Yo creo que es mirada de resignación
genética y que cuando podamos descifrar o traducirla a lenguaje verbal nos
haremos cargo de la sangrienta ley de de la Supervivencia del más fuerte que
nos atraviesa.
Los ojos de mi abuelo son parecidos a los de mi padre que en realidad son color cobre. Algo de la
mirada de mi padre me recordó siempre el pedido de auxilio de mi abuelo frente
a su propia muerte. Cuando mi padre estuvo en terapia intensiva tenía los ojos
exprimidos de susto y gritaba sordamente, sacame de aquí. Pudimos sacarlo y aún
puedo contemplar sus ojos en profundidad.
Él también tenía
los ojos color cobre. Y el pelo castaño. Tenía un aspecto claramente integrado a su
intelecto. Todo en él era bien llevado. Y evocar su silueta acercándose a mi
casa me recuerda ese estado de privación de libertad que padecía en ese
momento. Saber que existía parado sobre
sus pies, enfundado en su pellejo me daba felicidad y como dije, una alegría saber que respirábamos el mismo
aire. O pasábamos el mismo frío o mirábamos la luna. Teníamos eso en común y no
era necesario nada más.
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