El paso del tiempo solo garantiza que el pasado sea leído una, dos. tres veces y por lo tanto aquello acontecido, aquello que hemos tardado no en comprender sino en categorizar, sea leído bajo nuevas luces. Las luces de lámparas led que uno enciende cuando se corta abruptamente el servicio durante una tormenta. O una triste vela de velorio y por lo tanto, que va, aquello categorizado en recuerdo de los lindos pasa a ser recuerdo de los feos. Y tal vez aquello que fue perdonado o quizás desestimado como ofensa, retorne con la fuerza de un chorro de mierda de un inodoro tapado en el quinto piso de un edificio de treinta departamentos y de pronto llueva mierda en todo el baño a la luz anémica de una vela . Entonces el llanto, esa reacción tan primaria que ella ha olvidado porque desde los quince años no llora, ese llanto se convierte en torrente que lava pisos y paredes y destapa nariz, garganta, ojos y memoria. Tal vez entonces la felicidad relatada durante tantas noches y feriados, esa cálida felicidad engordante haya sido, un poco de acostumbramiento a la alimentación con gluten, y mucho al cosecha tardía demasiado dulce, y todo eso haya contribuido por lo tanto a la construcción de una novelita romántica que como todas hoy en día están en proceso de demolición.
Lo veía llegar cargado con las bolsas del supermercado para llenar la heladera. Rápidamente, desenfundar el cuchillo de cortar carne para hacer un estofado, con zanahorias y cebolla de verdeo. Un toque de malbec y mucho malbec en las copas. Mirábamos el cambio de estación desde el ventanal y soñábamos con envejecer juntos. Yo dije que sí a todo pero dudando sobre lo de envejecer. No quiero estar para eso. Después comíamos vorazmente como si hubiéramos salido de caza y teníamos que acumular esa carne en los músculos para poder hacer frente a un invierno crudo a la intemperie. Malbec nos ponía contentos. Yo veía todo más hipermétrope . Había algo de distorsión en el futuro también. Las ollas quedaban sucias para el otro día. Las hornallas pedían un poco descanso. La mesa vestida con un mantel que ni ella reconocía en su memoria de mesa. La noche se hacia de día. Eran columnas de luz heridas por el fósforo de la petroquímica. Me ponía la placa de bruxismo y me ocultaba en un edredón inver...
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