Un conejo que habría de ser cocido,
como un girasol roto, supo ser una liebre
que se volvió lívida de terror.
Pero
la vida engendra más
y más. El conejo ha vuelto a la pampa
y lo ha tomado el sol, bebido el agua
y hecho el amor entre las cortaderas.
Con las estrellas recuperó la visión.
En la pampa toda una con el cielo
y toda una con la escarcha,
la liebre ha corrido, casi volado
de felicidad de perder el nombre
y el rasgo, ¿a quién le importan los taxones?
Liebre de tierra y humo es su pobreza y riqueza.
En doble dolor y alegría recuerde a sus amantes
con ternura, la fría ternura del liberado
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