Poseer la avenida más ancha del mundo no es ningún mérito.
Hay que correr para que no te aplasten y muchas veces
no se puede. Morís aplastado entonces, pero como sos
fuerte te levantás y seguís caminando. Hay que cumplir.
Esa es la vida de la gente de ciudad. Morir aplastado
unas cuantas veces y no tener tiempo ni para ir a tu velorio.
Entonces surge algo parecido a la comicidad por prescripción
médica. Te reirás de todo.
Seguís trabajando y como en tu rutina hay gente problemática,
harás intervenciones positivas: "No hay fracasos, sino aprendizajes"
Íntimamente, reirás a carcajadas. No se puede maltratar tanto
a la lógica. Estoy sufriendo, mirenme de una vez por todas, dirán
quienes no te creen. Pero en verdad el sufrimiento psíquico es una férula
que se alimenta de autoreferencia, entonces por prescripción médica te has
dedicado a mirar a los otros, y recomendarás que hagan lo mismo.
El mundo entonces será una galería de fantasmas que mirarán a otros porque
si algo tiene el fantasma es su propia transparencia.
Sólo, el sonido traerá la verdad con contundencia.
El sonido de otro tiempo y los aromas. Y como la avenida sigue siendo ancha,
correrás para no llegar a ningún lado con la óptima sensación, otra vez
y una gambeta.
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