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El gerundio que me da alegría y de cómo fue posible llegar hasta hoy (siempre hubo libros de tapa dura por suerte)

Alegrate que sos vos misma En 1981 mi madre me regaló un libro que no recuerdo el autor: La alegría de ser tu mismo. Creo yo, para convencerse de lo inevitable: tenía que alegrarme de  ser yo (misma) Como madre de los setenta, había nada de psicoanálisis y mucho Buenas tardes mucho gusto, además de las novelas como Las vendedoras de Lafayette , Celeste, siempre Celeste (y no estoy hablando de la bandera) y Piel naranja (cuyo final fatídico me marcó a fuego a pesar de mi corta edad) . 
La adolescencia en los 70 en una escuela de monjas (y no fue lo peor, lo tengo que decir), sin rock y una pobrísima curricula escolar me obligó a tomar por asalto la ecléctica biblioteca de mi viejo, tan ecléctica como devastadora: García Lorca, Cervantes, Tolstoi, Nabokov, Ana Frank, Speers,Ben Gurión,  Hemingway  y una colección completa sobre la segunda guerra mundial y la guerra fría. (además de las revistas Primera Línea, Penthouse y la revista Chacra junto con la Weekend en la mesita de luz todas mezcladas por supuesto).  El momento exultante: cuando llegaban los fascículos de las enciclopedias de un despacho de diarios: Aldea (todavía está)  y como en todos los pueblos,  las enciclopedias que traían los viajantes: Alfatemática, lo más parecido a web de hoy pero en tapa dura.

La nada que suena. Un vacío sonoro interrumpido por las odiosas clases de música de la escuela, la radio y los vinilos de mis padres que no me decían nada de nada, "Cuando los Santos vienen marchando" para citar alguno. ¿Le diría algo hoy a algún mequetrefe de 15 años? 
Cuando escucho la música que fluye por los poros de mi casa, me pregunto cómo pudimos, toda una generación pueblerina adolescer sin rock. Es lo mismo que si hoy le sacáramos los Ipods a nuestros hijos. No todo era lo mismo en el país de la dictadura. En el pueblo se carecía más, de todo. En cuanto a la música cuando digo rock me refiero a un sistema disruptivo que a los gritos y  con metáforas de mayor o menor vuelo, nos identificara como generación en tránsito, por no decir en un marasmo común.  Recuerdo con emoción, cuando no sé cómo accedí a un casette con temas de Sui Generis y Serú Giran : Necesito, Rasguña las piedras, Seminare:" Las puertas de la percepción" sin químicos  No sé como llegó  a mis manos y como desapareció. Porque cuando digo un casette: se trataba de un casette. Seguramente un estudiante de La Plata o Buenos Aires lo llevó como una especie de gusano de seda del oriente. 
Hoy decidimos nosotras (no vosotras)  Soy madre de una adolescente que tiene la gracia de tener una madre no sé si suficientemente buena pero al menos, psicoanalizada lo suficiente. Y que ni a palos le regalaría algo parecido a La alegría de ser tu mismo. Ese regalo paradojal  me sirvió para romper definitivamente con la oscuridad de los 80 y  optar  por el gerundio o sea, ir siendo y de vez en cuando tener una alegría. 
Cosa que madre hija vamos disfrutando, hay que decirlo. 

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