El mate es la infusión que me despierta de un saque, cuyo amargor me dice: dale, dale, levántate que la vida si es amarga, pasa rápido como el mate. y como uno tiende a repetir, mate tras mate, se va despertando. Abro los ojos. Los abro bien. Miro lo que hay alrededor. Arriba y abajo. Lo mismo de siempre. Musters quien recorrió entre 1869 y 1870 unos 2000 km junto a los pacíficos Tehuelches, Salió de Tierra del fuego si mal no recuerdo y como quien no quiere la cosa se camufló entre la indiada. Además de hacer sus crónicas y mediar lo mejor que podía, tomaba mate.. El agua de deshielo calentada con lenga en un tacho y la yerba que en esa época valía oro (lo que vale hoy bah) era llenarse el espíritu de calor y companía. Volvió a Inglaterra pero no soportó la asfixia urbana. Finalmente murió de un absceso sin cumplir su sueño de regentear una mina de cobre en Bolivia.
Cuando me metí en el Museo Nacional de La Plata, mi deseo estaba puesto en lo que imaginé se daría por la ley de contigüidad. Confundí el mapa con el territorio. Esa frase usada por un éxito editorial actual, constituía el caballito de batalla de un eximio profesor del Museo de la Plata. . Nadie lo quería a este señor. Tenía unos libritos que se llamaban Relaciones, editados en rústica. Hacía una mezcolanza casi literaria, entre Lorenz, Maturana, La escuela de Palo Alto y Levi Strauss. Se decía: Su discípulo. Ahora, a la distancia, entiendo que debe de haber tomado unas clases y como siempre: volver con la novedad, dejó boquiabierto hasta a la calavera del pobre Inacayal. Era el cuco mamotreto de toda la institución. Ahora, caigo en la cuenta de que la frase el mapa no es el territorio, me sirvió de mucho. Sobre todo para comprender que mi manía bibliófila me traería problemas. Yo estuve muy cómoda viviendo entre los ácaros de los volúmenes de la biblioteca.
Cuando me metí en el Museo Nacional de La Plata, mi deseo estaba puesto en lo que imaginé se daría por la ley de contigüidad. Confundí el mapa con el territorio. Esa frase usada por un éxito editorial actual, constituía el caballito de batalla de un eximio profesor del Museo de la Plata. . Nadie lo quería a este señor. Tenía unos libritos que se llamaban Relaciones, editados en rústica. Hacía una mezcolanza casi literaria, entre Lorenz, Maturana, La escuela de Palo Alto y Levi Strauss. Se decía: Su discípulo. Ahora, a la distancia, entiendo que debe de haber tomado unas clases y como siempre: volver con la novedad, dejó boquiabierto hasta a la calavera del pobre Inacayal. Era el cuco mamotreto de toda la institución. Ahora, caigo en la cuenta de que la frase el mapa no es el territorio, me sirvió de mucho. Sobre todo para comprender que mi manía bibliófila me traería problemas. Yo estuve muy cómoda viviendo entre los ácaros de los volúmenes de la biblioteca.
Construí una vida libro sobre libro como un homless en la calle con sus perros y una tele prestada por los vecinos. El mapa no es el territorio. Hace veinte años me abriste la cabeza. Creo que los profesores ignoran el efecto que producen. Este doctor autoproclamdo discipulo de Levi Strauss, tenía muy mala prensa. Ignorante de toda ignorancia, algunas ideas a contramano germinaron. Ahora tengo ganas de caminar bien, palmo a palmo el territorio. No sé si como Musters. Chatwin me resulta más inspirador.
Pero lo verdaderamente inspirador es el camino que me llama como al vertiginoso, el vacío.
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