¿De qué está hecha la materia? es fácil recurrir al modelo atómico. Ella se preguntaba de qué estaban hechas las cosas pero lo que en verdad buscaba era la respuesta a los por qué estarían hechas las cosas. Dejemos de lado la parte: de quién creó las cosas. Cuando uno crece desplaza el por qué al para qué y ahí se termina toda indagación. Porque el reino del para qué es lo instrumental. Las cosas existen si son útiles.
En una segunda generación se tiene claro la dimensión instrumental de la vida a mucho más temprana edad. Dicen que los hijos se parecen más a sus congéneres que a la familia de origen. Y tiene su razón de ser: toda transmisión cultural entraña innovación. Si no, no hubiéramos revoleado las hachas de piedra para que la tecnología nos retornara en plasmas, celulares y queseyo que más. En términos afectivos las cosas han cambiando también. La generación Z tiene clarísimo que el trámite de la crianza es básicamente una cuestión acotada en el tiempo y que las reglas son discutibles. Los padres apenas podemos plantear límites en cuanto a lo innegociable. Ella lo atribuye a dos cosas: el agua de la chocolatada de la merienda escolar y el exceso de mitología griega. Además del conocimiento de la Convención de los derechos del niño a la letra.
*
Para "ellita" todo empezó más temprano que lo habitual. Ante una circunstancia trivial se dio cuenta de que en verdad la pertenencia a una filiación es algo muy frágil. Se permanece en el mismo domicilio por una cuestión legal. No existe el divorcio entre padres e hijos. Cuando la materia del afecto no se ha generado, el lazo inexistente es una hilacha prendida débilmente a la fibra cardíaca de uno y otro. Así de sutiles son los lazos. Actualmente le es muy difícil tejer otra texturas. Pero toda repetición incluye cambio,
por ahí sale otro tejido y todos contentos. O no.
Para tener en cuenta
Hasta fines del siglo xix el temor real ante la muerte de una persona era la muerte aparente. Con la tecnología hoy se declara por muerte cerebral y no habría más dudas.
Hoy por hoy da más miedo la vida "aparente", ojo que esto se nota y no precisamente por el hedor sino por la hiperabundancia de make up y perfumes caros.
(El lector haga la concexión entre los párrafos).
En una segunda generación se tiene claro la dimensión instrumental de la vida a mucho más temprana edad. Dicen que los hijos se parecen más a sus congéneres que a la familia de origen. Y tiene su razón de ser: toda transmisión cultural entraña innovación. Si no, no hubiéramos revoleado las hachas de piedra para que la tecnología nos retornara en plasmas, celulares y queseyo que más. En términos afectivos las cosas han cambiando también. La generación Z tiene clarísimo que el trámite de la crianza es básicamente una cuestión acotada en el tiempo y que las reglas son discutibles. Los padres apenas podemos plantear límites en cuanto a lo innegociable. Ella lo atribuye a dos cosas: el agua de la chocolatada de la merienda escolar y el exceso de mitología griega. Además del conocimiento de la Convención de los derechos del niño a la letra.
*
Para "ellita" todo empezó más temprano que lo habitual. Ante una circunstancia trivial se dio cuenta de que en verdad la pertenencia a una filiación es algo muy frágil. Se permanece en el mismo domicilio por una cuestión legal. No existe el divorcio entre padres e hijos. Cuando la materia del afecto no se ha generado, el lazo inexistente es una hilacha prendida débilmente a la fibra cardíaca de uno y otro. Así de sutiles son los lazos. Actualmente le es muy difícil tejer otra texturas. Pero toda repetición incluye cambio,
por ahí sale otro tejido y todos contentos. O no.
Para tener en cuenta
Hasta fines del siglo xix el temor real ante la muerte de una persona era la muerte aparente. Con la tecnología hoy se declara por muerte cerebral y no habría más dudas.
Hoy por hoy da más miedo la vida "aparente", ojo que esto se nota y no precisamente por el hedor sino por la hiperabundancia de make up y perfumes caros.
(El lector haga la concexión entre los párrafos).
Comentarios