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Cortando a pecho la montaña y de como aparece un valle

Hace mucho vengo  observando una invariante funcional en el medio social: llenar /  vaciar. La gente que llora mucho, se va en lágrimas. Los devoradores nos llenamos de comida y luego pasamos días de vaciedad donde la maravilla es experimentar el hambre como una expiación. Hay que haberse amigado con la sensación de hambre y la imagen de la libélula para entender a los adolescentes. Pobrecitos: es algo que pasa  con la edad (por suerte) y para uso y abuso del viejo modo productor de cuerpos dóciles.

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Existen otros modelos:  el corazón (órgano manosaeado si los hay). Al contrario de lo que uno cree por sentido común nunca, el corazón que es cónico y hueco,nunca  está vacio. Recicla  la sangre(de carboxigenada a oxigenada). que ingresa y egresa sin interrupción y sin mezclar. En verdad el llenar y vaciar es una creencia.Los pulmones siempre tienen un volumen residual de aire. Las plantas son otra máquina perfecta de un flujo constante. . Los procesos geológicos también. El llenado y vacío absoluto constituyen una creencia mediada por la calidad de las emociones. O por la actividad cualificante del lenguaje.
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Uno se puede llenar de comida hasta reventar y se sentirá vacío porque deseará seguir llenando. O buscará llenar la cabeza de otras ideas o vaciarla y experimentar el silencio. Las substancias que te atontan se ingieren en un momento de vaciedad. Para que el tiempo que no pasa nunca o mejor dicho pasa con la densidad de una roca en una clepsidra gigantesca, de una vez cese en su demoledora frecuencia. Sístole y diástole, me vacío y me lleno. Pero en verdad fluyo. Y es lo que se pierde de vista en la tramposa emoción del momento.
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Hubo una época que sentía que al cerrar la puerta de mi casa ingresaba a una ciénaga.  Había por ahí algunas  lianas salvadoras pendían para sacarme del viscoso vértigo de la ciénaga succionante. Todo era imposible. Nunca como en ésa época entendí el dicho: abrir la puerta para salir a jugar.

Al abrir la puerta y salir de la ciénaga con mucho esfuerzo, proporcional e inverso a la fuerza de la ciénaga succionante, caminaba por la calle con la sensación de estar atravesando una montaña con el cuerpo. Sí. El cuerpo era la herramienta cavadora para hacer el túnel de escape. Digamos que en lugar de caminar con una nubecita en la cabeza, caminaba cortando a pecho la montaña. Una mañana la montaña empezó a degradarse en limo. Me había convertido en río. O sea la montaña fue valle y me sentía fluir como agua (de montaña).

Las transformaciones del ser humano son insospechadas.

Sólo hay que experimentar.

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