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Los libertos

Los tambores piden guerra, decía E mientras percutía en  la caja de cartón duro. Había encontrado el secreto de la clave afro. Mientras J  buscaba en la Marimba  y la señora mayor, agobiada del espanto de su vida de niña con progeria, decía: no doy más .

Entre los tres crearon una secuencia sonora que, inexplicablemente los remitió a la lluvia.  Como siempre, el agua llega a limpiar los ambientes. Y en el caso de H el ambiente no era muy propicio para su eterna letanía. Ya no tiene quien la escuche. La gente va a lugares así porque nadie los escucha. El contacto les resulta absolutamente rechazable. Y la mirada se ancla pendiendo quien sabe de qué pensamiento de la trastienda. La epopeya es encontrar un sitio  donde el abrir la boca sea un poco más que el  balbuceo enigmático  y un poco menos "dirigible semántico". Digamos que en la zona habilitada,  el discurrir verbal sobre el paisaje sonoro de una lluvia que no cae nunca, no sólo no  busca decir nada, más bien lo evita.Faltaba más.

 La lluvia no siempre moja, los tambores no siempre piden guerra y lo que se dice puede no decir nada. Los decidores libertos al fin. 
*

En este momento el cielo se ilumina por el sur. Génesis de tormenta. Las plantas abrieron sus estomas y sudaron toda la tarde. Es ley: lo que se pierde por un lado se recupera por otro.

Al menos en el ciclo del agua, y el  agua es todo  ¿ Dudas? pregunten a los paleontólogos. .



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