Elaborar: tiempo de ponerse en orden después de la ruptura temporo espacial buscada o no (pero disrupción al fin) . Tal vez como se pondría en orden un placard. En éste caso no existe afición alguna por el orden de los placares. Más bien un revoltijo de ropa que es un claro ejemplo de cómo uno se mueve por el mundo tomando la parte por el todo. ¿Qué es un placard desordenado sino una metonímica manera de ocupar un espacio ( y vestir)? en el caso de quien escribe, regida por el criterio de la necesidad de reposición. Bueno, la cuestión es que esta semana he comprendido lo que significa el dicho: cortar amarras o quemar las naves. Lo paradójico es que no hubo agua. Sólo después de una caminata de 23 km para llegar al dique del río Mendoza convertido en el Lago Potrerillos. Caminar por la montaña es estar inmerso en un caleidoscopio sideral: figura fondo con dinámica de paralaje. O sea no se sabe bien qué es lo que se está viendo y se pierde la noción de tiempo cronológico. Ahora que la Cienciología fabrica expertos a lo Tom Cruise en Física Cuántica podría decir, tal vez con cierta autoridad ( varios libros leídos de manera completa que no garantizan nada por supuesto), que el tiempo se curva , ahonda y texturiza. Uno puede quedarse parado en la posición taoísta del Caballo, sostenido por un punto visual del Cordón del Plata hasta que alguien te avisa que está por nevar o el agua del mate se enfría definitivamente..
*
La cabalgata fue otra apuesta a romper con la mecanicidad . El matungo blanco con unas precarias riendas de plástico y el reaseguro del baquiano de que son caballitos tranquilos que no conocen la ciudad (le faltó decir) me convenció de renovar mis votos por la actividad ecuestre. Como no respondía a los golpecitos de talones (como me indicara el experto en nubes y nieves) apelé a la onomatopeya del baquiano, un sonido parecido a un beso en el vacío, que en mi argot significaba: vamos que podes vamos que podés. Dirigido por supuesto a mí, como un mantra para no ver que si caíamos matungo y yo, nos hubieran tenido que extraer del corazón metamórfico con un improbable helicóptero (en el caso de estar con vida) o una grúa, en su defecto. La experiencia paralaje sobre un ser vivo que se ocupa de tu traslado, complejiza la cuestión del punto de vista porque en este caso la lucha es por conservar el punto de apoyo. Debo reconocer que finalmente generamos cierta sinergia. Sobre todo cuando comprendí una vez más, que ante lo inmanejable es mejor confiar. El bicho sabía lo que hacía y llegué al refugio previo pasaje por una vertiente de agua mineral y muchos animales putrefactos por caer en el pantano y no contar con grúas ni helicópteros. Porque la natura es así. Y recordé el ciclo del carbono y el nitrógeno. Recordé tantas cosas. A mis seres queridos y no queridos. La comida que iba a confeccionar de regreso y sobre todo: la puta qué vale la pena estar vivo (inevitable parafraseo) o, realmente, qué pena es no vivir así más seguido.
*
La cabalgata fue otra apuesta a romper con la mecanicidad . El matungo blanco con unas precarias riendas de plástico y el reaseguro del baquiano de que son caballitos tranquilos que no conocen la ciudad (le faltó decir) me convenció de renovar mis votos por la actividad ecuestre. Como no respondía a los golpecitos de talones (como me indicara el experto en nubes y nieves) apelé a la onomatopeya del baquiano, un sonido parecido a un beso en el vacío, que en mi argot significaba: vamos que podes vamos que podés. Dirigido por supuesto a mí, como un mantra para no ver que si caíamos matungo y yo, nos hubieran tenido que extraer del corazón metamórfico con un improbable helicóptero (en el caso de estar con vida) o una grúa, en su defecto. La experiencia paralaje sobre un ser vivo que se ocupa de tu traslado, complejiza la cuestión del punto de vista porque en este caso la lucha es por conservar el punto de apoyo. Debo reconocer que finalmente generamos cierta sinergia. Sobre todo cuando comprendí una vez más, que ante lo inmanejable es mejor confiar. El bicho sabía lo que hacía y llegué al refugio previo pasaje por una vertiente de agua mineral y muchos animales putrefactos por caer en el pantano y no contar con grúas ni helicópteros. Porque la natura es así. Y recordé el ciclo del carbono y el nitrógeno. Recordé tantas cosas. A mis seres queridos y no queridos. La comida que iba a confeccionar de regreso y sobre todo: la puta qué vale la pena estar vivo (inevitable parafraseo) o, realmente, qué pena es no vivir así más seguido.
Comentarios