Le dolía el pie. Se arranca la piel de pies y manos. Para resolver el tema se unta con una crema cicatrizante de aloe vera y Tea bree. Ciclo: lastimadura compulsiva, ungüentos mágicos. Renguea pero atraviesa el pueblo: catorce kilómetros en el agua. El salitre no falla. Llega curada. :
Cuando levanté el pie parecía un corazón .Sin poder apoyar le pedí a mi hija que cediera una toallita íntima (ahora hay que operarla para que te ceda algo así) y me la puse debajo de la planta impregnada de ungüentos curativos y me lo ajusté con medias. Hoy voy a andar en zapatillas. Curar, lastimar, curar. Por ahí aprendo algo y me detengo. La historia de mis manos es larga como mi edad. Recuerdo una época cruenta que me sacaba la piel de la palma. Como ahora con los pies. En el colegio me introducía la punta del compás. Desde hace años sé por experiencia que la gente se mutila para situar el dolor. Me corto para sentirme viva decía una paciente. También para darte un susto. Yo creo que, y especialmente las mujeres, hacemos cualquier cosa con el cuerpo. Creamos zonas erógenas donde no las encontraría ni el mismo Andrea Vesalio . El caso de mi padre seguro tiene que ver con eso. No hay nada más complejo que la relación de uno con uno mismo. Ni cosa más entretenida que hacerse daño.
El clima por estos lugares es móvil. El cambio de viento impide que el calor se anude al goce.. Cuando uno cree que va a morir sofocado se da vuelta el viento. Aparece la sudestada y se respira como un bebe en su primera bocanada. Los pulmones se expanden. Y te llenás de aire pudiendo llegar a caminar horas montanda en el aire. Las tardes son plateadas y da realmente pena volver a encerrarse entre cuatro paredes. Anoche me hubiera quedado a dormir en la playa. Por ahí me llama y hablamos. Pero cómo hacemos para mirar lo mismo o tocarnos. Encontrar un compañero es una larga caminata en sí. He barrenado sola mares y puertos. Zarpé mil veces. Y aquí estoy: en el puerto de origen.
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