Durante las primeras noches tuvo una extraña percepción: la soledad de los objetos. Y una
pregunta: ¿al dormir los objetos dejan de existir? La sensación de que entre
los objetos hubiera sólo aire le resultaba paralizante. Lo más cercano a la
muerte. Una petit mort de las malas. Al otro día abre los ojos y el mundo es
mundo. Pero cuando el cuerpo se
predispone al sueño y se torna inerme, el sistema de alarma se enciende,
y los pensamientos se deslizan por un tobogán de ideas, que puede ser siniestro. Logró dormir un poco. Pero una punzada de hambre la llevó a la cocina: una lamparita explotó. Ah bueno por ahí de tanto pensar en apariciones me están dando señales. Bueno,
respiró profundo. Se empotró cuatro
pedazos de torta con dulce de sauco y volvió a dormir con la panza llena como
si hubiera tomado leche caliente. Bueno
ok. Que los fantasmas me den vueltas. Es gente que ha muerto ....no creo que la
naturaleza de la gente se defina por maldad por el sólo hecho de haber pasado al otro
lado. (Sí, también muere mala gente pero para éso existe la ley de
la refracción.) La idea de la continuidad de la cualidad psíquica
del muerto le salvó la noche que pasara como quitapenas de su abuela la primera noche
como viuda. A te rra da. Tenía ocho
años, asistió al velorio y sus padres no sopesaron la desafortunada decisión de dejarla como dama de compañía. .Nunca más durmió tranquila en esa casa. Pero la idea
de que el fantasma en cuestión seguía siendo su abuelo, la pacificó: dejate de joder..... abuelo si me querés no te me aparezcas. Fórmula que hizo extensiva a toda clase de entidades. Homo loquens vale para vivos y muertos. Al menos el abuelo tuvo el buen gusto de llamarse a silencio.
Lo veía llegar cargado con las bolsas del supermercado para llenar la heladera. Rápidamente, desenfundar el cuchillo de cortar carne para hacer un estofado, con zanahorias y cebolla de verdeo. Un toque de malbec y mucho malbec en las copas. Mirábamos el cambio de estación desde el ventanal y soñábamos con envejecer juntos. Yo dije que sí a todo pero dudando sobre lo de envejecer. No quiero estar para eso. Después comíamos vorazmente como si hubiéramos salido de caza y teníamos que acumular esa carne en los músculos para poder hacer frente a un invierno crudo a la intemperie. Malbec nos ponía contentos. Yo veía todo más hipermétrope . Había algo de distorsión en el futuro también. Las ollas quedaban sucias para el otro día. Las hornallas pedían un poco descanso. La mesa vestida con un mantel que ni ella reconocía en su memoria de mesa. La noche se hacia de día. Eran columnas de luz heridas por el fósforo de la petroquímica. Me ponía la placa de bruxismo y me ocultaba en un edredón inver...
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