Entre
sus nuevas actividades como Psiquiatra
obeso y fracasado se hizo docente en una filial de la Universidad de
Antioquia. Una alumna se le acercó:-Creo
que yo soy esquizofrénica, necesito que me atienda -Señorita
yo soy su profesor, no sería ético, le podría recomendar un buen profesional.–Si no me escucha ella lo va a matar...–
¿Quién? -Silvia. Y sacó una pistola pequeña del tamaño de una petaca. Llegaron a la calle. Los esperaba
un Impala negro. Lluvia. Sólo faltaba que apareciera Robert Stack. –Suba. Obedeció
como un corderito. -Tenga paciencia, ya
estamos llegando... Una casona antigua. Una cortina corrida al sonido del
claxon. Bajaron, la lluvia había cedido. El césped perfumado y la piscina
reflejaban la luna en creciente. Intrigado. Se había imbuido del clima de
suspenso, quería conocer el final.
Entraron a la mansión.
Lo dejaron solo. El tiempo parecía haberse detenido, mientras se estaba
sirviendo una bebida, una mujer vestida de largo bajaba la escalera con el ritmo
que le permitía una artrosis deformante evidenciada en los dedos llenos de
anillos. Unas joyas valiosísimas alternaban con los pliegues del cuello senil.
– ¿No me reconoce verdad? Sin las luces y
el maquillaje es imposible, yo soy Silvia Morgant. Hasta ese momento todo había sido
suspenso. A partir de ahí. Un absurdo. La hermana gemela de la gran animadora
de televisión lo tenía secuestrado en su living.
–A la que conozco es a su hermana... ¿Gloria?-Hace años que nadie la ve - Gloria
está muerta.-Pero si el programa Cenas Estelares sigue en el aire-Claro. Silencio. Su profesión le daba cintura para
escuchar, prefirió no preguntar. -Hace quince años mi hermana tuvo una
apoplejía, esto ocurrió ante las cámaras. Maquillaje, un corset de acero de “Te
encontraré en el Río Negro”, se buscó el ángulo para no enfocar el incontenible
hilo de baba. Y hasta mañana. Auspicia gaseosa Ocas. Pinzón ya no podía
dejar de preguntar. -¿Por qué? –Suficiente por hoy. Lo veo
mañana.
Fue
conducido hasta una lujosa recamara. Amaneció descansado. Tenía puesto un
pijama de satén color salmón. Estaba perfumado. Como si lo hubieran bañado. Un
aroma de croissant y café lo orientó a la mesa donde habían servido un
abundante desayuno. La vio desayunando en una gran mesa.
-Que
espera de mí. -¿Hasta dónde llegamos
anoche? -Llegamos hasta la muerte de su hermana.-Bien, la Corporación pretende
que yo siga reemplazándola de por vida. -¿Cómo es eso? -Nuestro padre, por
decirlo rápidamente, nos vendió. Madre necesitaba un transplante de corazón... No teníamos
dinero. Nuestro nacimiento fue noticia de la Voz de Pueblo. Necesitaban bebés para una firma
de publicidad. Los primeros pañales de gasa satinada. Nosotras además de
idénticas, nos parecíamos mucho a Shirley Temple. Fue en pleno auge del cine sonoro. A cambio
de financiar la operación, le ofrecieron un contrato de por vida. Nuestro padre
desesperado, aceptó.
Pinzón, recuperando el hilo de la
entrevista: -Pero es un contrato leonino
a todas vistas. Además de ilegal. Me parece que debería solicitar una
entrevista con un abogado no con un psiquiatra. -Tiene razón. El contrato es un
absurdo. Lo consulto a usted por mí. Porque ya no puedo vivir sin las cámaras.
*
Los
días en la mansión transcurrían entre lirios y piscina climatizada. Una noche
lo despertó un cosquilleo en los pies. Era Silvia, sólo con un abanico de
plumas blancas. Estaba maquillada al estilo Charleston. El cuerpo desgarbado,
los pechos triangulares y planos caían
sobre su vientre como pliegues de piel
momificada. Pinzón se incorporó, reprimiendo el grito de horror que le
provocaba el cuadro.
-¿Necesita
algo?-Amor, sólo amor. -Silvia podemos hablar de esto en la sesión de mañana...
-Necesito la
sesión ahora. Se
derramó sobre el relieve de Pinzón que ante la caída no pudo substraer su
humanidad de la pegajosa piel de Silvia, quién jadeante lo empezó a succionar
como una sopapa. La dejó hacer. Buena lamedora. Y con dedicación de geisha.
Hacía meses que no tenía una mísera erección. Sólo fugaces episodios
masturbatorios y los encuentros morbosos con Nelly. Pero el trabajo fue tan
eficiente, que el pene se erigió como un tótem. Silvia empezó a gritar como si
la estuvieran degollando. Montada en las ancas con los brazos al aire como la
misma Difunta Correa pidiendo agua al cielo Pinzón fusionado en el sommier como
un calco de yeso escuchaba: -Me estás
matando, sí mátame, mientras le desgarraba el pijama con las uñas esculpidas. Sometido y succionado como si
un pulpo lo quisiera deglutir sólo emitía onomatopeyas. La descarga a chorro
bañó a Silvia quién luego y sin inmutarse, encendió el charuto de ocasión y se durmió como una ninfa...
*
Al
otro día despertó sólo. Tenía la boca llena de espuma y una gran mancha de sangre seca entre las piernas.
Saltó de la cama y tocándose desesperado concluyó que la sangre era de Silvia. Se reencontraron en el desayuno.
-Pinzón
usted me había planteado la necesidad de disponer de un día para atender su
consultorio, considero que sería una gran falta a su ética profesional
abandonar a sus pacientes. Froilán podría llevarlo y volverían una vez
concluido su trabajo.- ¿Le parece bien los jueves?-Cuando usted disponga.-Bien,
tendría que hacer algunas llamadas. Luego de este comentario, y asumiendo
su régimen de libertad condicional, se levantaron de la mesa sin más palabras.
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