Estar entre el marco de una puerta y la puerta no sería nada, si la puerta estuviera abierta. Inefable impresión: un cuerpo ínfimo entre el marco de la puerta y una puerta cerrada. Va al baño para refrescarse la cara. Abre la canilla. El chorro helado la espabila. Ve un anillo de plata con una piedra de jade. Se lo prueba. El golpe de nada en el estómago. El baño es el sitio donde no sabe qué, le aparece como una incrustación biográfica.. Piensa: en este momento las montañas están nevadas. En Japón es un día más de verano. Cuando tenía miedo no iba a buscar muñecas ni los brazos de la madre. Tomaba un vellón de lana sin hilar. Detrás de su casa pasa el tren. Lo puede escuchar. Seguir las vías del tren hasta las provincias llenas de chañares y algarrobas, ríos inmensos. Hay gente que vive de viaje en los trenes. Pero tendría que haber nacido varón. Los anillos se le caen. No hay nada a su medida. La casa es una aplastante construcción de retiro como lo deben haber padecido las vestales incas. Eso lo leyó para la escuela. Cuando no hay nada a la medida de uno, uno se tiene que poner a la medida de las cosas. O tomar medidas. Su medida es esperar.
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Veinte años después encuentra en un baño un anillo de plata con jade. Se lo prueba. No se le cae e incluso le cuesta devolverlo al gabinete. El golpe de nada le aparece como aguijón de abeja inesperada en un baño hermético y limpio como un quirófano. Hila: los baños excesivamete limpios le parecen fríos como quirófanos. No quiere pensar más en éso. Se refresca la cara, hace lo que tiene que hacer y abre la puerta. Digamos que el marco de la puerta y la puerta están a su disposición. No tiene que modificar su estructura molecular para pasar a través de nada. Franquea la puerta tranquila, elegante. Como quién pasara de año con buenas notas. Es rara la mente humana . Pero éso es lo que se le ocurre.
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