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Ingeniería y aceptación del Existente

La fórmula elemental de la felicidad del gimnasta es: si querés hacer algo no lo pienses demasiado. Dicen que la fuerza está en las caderas. Por algo los animales de carga andan en cuatro patas. Nuestro bipedalismo  constituye la verdadera caída del Paraíso Terrenal. Los dolores de columna lo recuerdan todo el tiempo a partir de los cuarenta. . La visualización de un mundo amenazante responde más a la memoria de los  cazadores de mamuts que a los simples peatones, que salen corriendo ante la presencia de un roedor como si fuera un tigre diente de sable. Nuestro cerebro está más preparado para entender de amenazas que amabilidades del ambiente. Decir que el infierno son los otros, en verdad es una manera de proyectar el infierno propio. Vivir en proyecto es dejar la mecedora para andar un camino y asumir las condiciones que fueren.  Existen dos maneras: la Ingeniería del Es y la Aceptación del Es. Ingeniería: trabajar todo el tiempo para promover la realización del proyecto. Aceptación: conciencia de que el despliegue de la práctica será en condiciones concretas del existente. La tolerancia al malestar y la incomodidad serían  parte de la cosa.
Hay momentos del proyecto en realización en que las variables contextuales diezman la capacidad del proyectante. Pero no hay otra manera de vivirlo: ingeniería y aceptación.  Las mutaciones no son bien recibidas. A nadie le gusta que el vecino se le aparezca travestido.Y a las parejas consolidadas a cemento les disgustan las inesperadas rupturas. Es verdad, cuando se rompe una familia se cae una catedral. Pero sostener una catedral en una ciénaga es un imposible e innecesario esfuerzo antigravitatorio. Les guste o no a los gendarmes de del pensamiento, la metáfora Queer, hoy por hoy se ajusta a derecho. Y todos tenemos derecho a definir qué, cómo, cuándo y con quién. Tenemos varias vidas por vivir. Y la vida del gimnasta es puro movimiento.  
Por suerte ya no estamos atados de manera incondicional a nadie. Se dice que se le debe todo  a los hijos. Yo creo que lo único que se le debe a los hijos es mostrarles que es posible ser el ingeniero de la propia vida. Aunque suponga tomar decisiones cuya crudeza ponga en cuentionamiento la condicionalidad vertical descendente.  
Si  los hijos no son lo que eran antes, los padres tampoco.



  

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