Apareció lento pero seguro como hacen las orugas. Se apoyó en el mostrador.
Aparentemente débil pero con la firmeza de las orugas se mantuvo allí,
esperando su turno. Mientras, corrían los pedidos de chocolate y sambayón. Su
preferido: sambayón. Con la edad fue desplazando el chocolate por el sambayón.
El whisky le da un valor agregado a la bocha de azúcar helada. Un
desarrapado, pensó cuando lo vio entrar. Le daba asco y molestia (como
si le arruinara una ceremonia sublime e íntima). Miraba al
heladero con sed de dulce. Como si ese día, justo el día del niño, el niño en
paquete de ciruja reclamara su déficit biográfico de dulzura. El heladero, que insistía en preguntar qué gusto va a llevar, tenía
todo el aspecto de estudiante de ingeniería o algo así. La señora le dice dale una birome por ahí es mudo.
Toma la birome y hace dibujitos. Ella le dice: que señale en la pared los gustos
que quiere. El estudiante de ingeniería heladero le ofrece una cuchara
llena de chocolate con almendras. Lo toma. Lo introduce voraz. Los ojos
explotaban de gusto mientras, chorreaba inevitablemente. Todos miraban para
otro lado. Después vino lo peor: le devolvió la cuchara. El muchacho la tomó
automáticamente. No vaya a ser que se pusiera violento. Cuánto sale uno chiquito. Diez
pesos. Bueno dale uno. La
señora deseaba darle el gusto de tomar un helado en vasito comestible. No
quedaba claro por qué. No parecía muy sensible. Ni bonachona. Por ahí para
poner punto final a una situación que se iba a estirar demasiado y la expondría
a tener que ver la succión de la cuchara y su devolución una y otra vez. El
empleado le responde que no puede hacer eso. Lo
pago yo por supuesto replicó
la mujer. Bueno. ¿Qué le doy? chocolate, pero bien cargado. Vaya a
saber, en ése momento cuando dijo bien cargado, recordó que en su época
el helado era un verdadero artículo de lujo. Para ser exactos: recordó a su
niña interior sufriendo por un helado de chocolate (imposible). Y pensó: es un
niño interior. Cuando en verdad era un tipo de edad fuera de cálculo. Mudo y
estropeado. Vaya uno a saber. Por
ahí hoy le dieron de alta. Tiene
todos los puntos para ser un loquito de Romero. Mejor que se lleve el helado
fuera de la heladería. Cuando
iba a pagar el muchacho le dice no,
deje lo pago yo. ¿Por qué? te puse en un compromiso. No se preocupe, hoy es mi
último día. Ah bueno hiciste tu buena acción entonces. Si. Bueno adiós. Adiós.
Los caminos del señor son insondables. Y el camino del placer está
lleno de chocolate.
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