No se puede ser como las aves ni los lirios. Nombrar las cosas por un nombre impide el Estar pleno y templado como el río y o la montaña. Es una tendencia occidental irnos de viaje mental a Oriente y creer en una supuesta budeidad. En verdad nos pesa tanto el pensamiento como los kilos demás sobre los huesos y los parientes por no decir ancestros. Le dijeron: constelá que te va a hacer bien, así descubrirás el enigma de las piedra que venís soportando en tus zapatos. Descree de las metodologías New Age para descubrir cosas tan íntimas como el origen de la piedra en el zapato. Incomodidad incorpórea ya: no habría ninguna piedra en ningún zapato. Tal vez, presenciar la muerte de su bisabuela supuso que parte de su padecimiento se quedara pegado en los ojos. Acordate que le acariciaste la cara en el ataúd. Parecía una muñeca de cera.
La viejita se lavaba el pelo larguísimo con jabón federal y agua de lluvia. Comía sémola en su mecedora y la verdad: no la quería mucho porque era mujer. Adoraba a su hermano porque hermano es tener pistola y a los ancestros les encantaba la gente con pistola. Por ahí por suponer erróneamente de que tenerla a través de muchos cuerpos machos, implicaría mayor defensa en el Fortín Mercedes donde la viejita creció de niña a mujer. Tiempos salvajes en la zanja de Alsina. Todo justificado bisabuela: estás perdonada.
La verdad, no creía en la marca de la ausencia de pistola.. Pero evidentemente, deja (una) marca y un sentido inexplicable de insuficiencia generalizante. Será en los primeros años que la mirada de quien te ama te degrada. Una nunca será blanco para el racista y una nieta nunca será el nieto para la abuelita. La madre ha sido víctima de esta degradación y podríamos remontarlo al mito de la Vagina dentada de las sociedades secretas, el aislamiento durante la menstruación por considerarla contaminante y las hogueras medievales. Las chicas quemadas y robadas. Y lo que se tarda en intervenir y considerar desapariciones a las desapariciones, golpes a los golpes y asesinatos a los asesinatos.
en fin, distinciones de una mañana gris.
Tal vez la generación Z haya desacoplado la Nave Madre incendiándose (como en la película Gravedad) y nuestras hijas sean hijas de una nueva mirada. Apuesto que si.
La piedra en el zapato duele aunque estemos descalzas- pero nuestras hijas tienen las patas sueltas. Francamente dudo que se aislen por la sangruda mensual y tampoco se sometan al suplicio de los stilettos. Tal vez estemos ante la veradera mutación de la generación Z: plenamente en el camino con pies liberados. (¿Crocs?)
La viejita se lavaba el pelo larguísimo con jabón federal y agua de lluvia. Comía sémola en su mecedora y la verdad: no la quería mucho porque era mujer. Adoraba a su hermano porque hermano es tener pistola y a los ancestros les encantaba la gente con pistola. Por ahí por suponer erróneamente de que tenerla a través de muchos cuerpos machos, implicaría mayor defensa en el Fortín Mercedes donde la viejita creció de niña a mujer. Tiempos salvajes en la zanja de Alsina. Todo justificado bisabuela: estás perdonada.
La verdad, no creía en la marca de la ausencia de pistola.. Pero evidentemente, deja (una) marca y un sentido inexplicable de insuficiencia generalizante. Será en los primeros años que la mirada de quien te ama te degrada. Una nunca será blanco para el racista y una nieta nunca será el nieto para la abuelita. La madre ha sido víctima de esta degradación y podríamos remontarlo al mito de la Vagina dentada de las sociedades secretas, el aislamiento durante la menstruación por considerarla contaminante y las hogueras medievales. Las chicas quemadas y robadas. Y lo que se tarda en intervenir y considerar desapariciones a las desapariciones, golpes a los golpes y asesinatos a los asesinatos.
en fin, distinciones de una mañana gris.
Tal vez la generación Z haya desacoplado la Nave Madre incendiándose (como en la película Gravedad) y nuestras hijas sean hijas de una nueva mirada. Apuesto que si.
La piedra en el zapato duele aunque estemos descalzas- pero nuestras hijas tienen las patas sueltas. Francamente dudo que se aislen por la sangruda mensual y tampoco se sometan al suplicio de los stilettos. Tal vez estemos ante la veradera mutación de la generación Z: plenamente en el camino con pies liberados. (¿Crocs?)
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